domingo, 17 de marzo de 2013

Minicapitulo 23

Lo abrí. Ahí estaba… el folio que me diría por fin quién era aquella mujer hija de mis padres…
Pero no había nada
- jaja, ¿Te habías creído que estaba el papel? – dijo el hombre, riéndose – No, en serio, es la Jenny. 
¿Cómo sabía él quién era Jenny?
- Sé quien es la Jenny esa porque viene escrito en la hoja – estaba temblando. Por lo visto, había pensado en alto.
(Sí, exacto queridos amigos míos, es la Jenny. ¿Os acordáis de ella, no? Es aquella que también le gustaba el Fran… a la cual tenía un odio muy profundo. Y sí, no sé mantener la intriga. Os jodeis)
La Jenny… era la Jenny… ¿Qué habría sido de ella?
Algún día volvería a su pueblo natal y conseguiría saberlo…
Pero antes de pensar en cualquier cosa, me percaté de donde estábamos. El hombre llevaba conduciendo cinco horas (Sí, es que es muy lenta para abrir el papel). Y ahora estábamos en un gran puerto con numerosos barcos colocados en fila. Aparcó en una plaza que quedaba libre (En el cemento, no en el agua mal pensadines) y me abrió la puerta, ayudándome a bajar.
- Ya sabes que no dije a nadie que estabas en el centro de desintoxicación – me dijo, sonriéndome – Y por eso sería conveniente que te quitaras la pulsera de la clínica mujer…
Vaya, era verdad, aún llevaba la pulsera. Intenté quitármela, aunque casi no tenía fuerzas. Entonces él me sonrió y con sus suaves manos consiguió quitármela.
Cuando me tocó sentí algo que jamás había sentido. Bueno, sí, lo había sentido. Pero solo con el Fran… algo que hizo que me apenara profundamente al recordar aquel dichoso accidente.
El hombre notó lo que me pasaba, y me preguntó por ello.
- Nada, es un recuerdo de un novio que tuve que murió en un accidente – le dije, y él bajó la mirada durante unos segundos – Pero bueno, ¿Por qué hemos venido hasta aquí?
Su rostro se iluminó cuando pregunté aquello. Me cogió de la mano, volviendo yo a sentir eso que había sentido, y me guió hasta un pequeño yate.
- Mira, ¿Lo ves? – dijo contento – Es mío.
- ¿Vives en un barco? – Le pregunté, extrañada – ¿De verdad? Venga ya, vivir en un barco es de algún estúpido que se cree bohemio y no se da cuenta de que eso no existe. Ps, eres penoso no jodas, ¿Vives en un barco? ¿Qué te crees que la vida es tan fácil? Venga ya pss, anda anda.. seguramente te pajear*** todos los días delante de una mierda de televisión que tendrás ahí dentro con porno en blanco y negro y codificado… De verdad, que vida tan estúpida.
- Habló la cocainómana – dijo, ofuscado – No es mi casa, es un yate, solo. Mi casa ya la verás – volvió a sonreír… ¿Cómo era posible que me perdonara todo lo que le había dicho? Él también debía consumir droga. – Y no, yo no consumo droga. Deja de pensar en alto, joder, y monta al yate.
Con su ayuda subí al yate, aunque me caí dos veces, una de ellas al agua, y casi me ahogo. Tuvo que venir la UCI a reanimarme y estuve varios días en el hospital (Que rápido todo ;D) Pero luego pude subir al barco.
Me dijo que sabía navegarle. Quitó el ancla y sacó el látigo, azotando a sus ocho esclavos que tenía a su servicio para remar (era un yate de remos)
- Remad, malditos infelices, remad! – Gritaba, mientras les azotaba. Yo estaba sentada a su lado, en una hamaca – Bueno, Amy, estamos llegando ya casi a mi vivienda…
- Pero, que yo recuerde, por aquí no hay nada de tierra
- Que vas a saber tú… si suspendías geografía – se río, aunque paró en seco cuando vio mi cara
Me conocía. Aquel hombre había ido conmigo al instituto. Le pregunté de que me conocía, aunque consiguió salvarse diciéndome que me había estado espiando durante mucho tiempo.
Atracó el barco en la costa de una gran isla. Yo bajé, ensimismada.
Era una gran isla, con árboles tropicales y una casa blanca en medio (Suena mucho a crepúsculo, pero no eh.. xD)
Me cogió la mano y me ayudó a bajar del barco, aunque eme volví a caer, rompiéndome la pierna y abriéndome la cabeza por una parte. Tuvo que llamar a un helicóptero de emergencia y volví al hospital donde aún no habían ni limpiado mi habitación donde había estado horas antes.
Me operaron de urgencia y de nuevo volví a estar fuera, en el barco de aquel hombre, que ya se había enfadado de tanto tener que ir y venir del hospital.
Me cogió en brazos y me bajó cuando llegamos a la isla. “A ver si así no te pasa nada, joder” Me dijo.
- Es… es increíble… - Le dije - ¿Cómo has conseguido todo esto?
- Bueno – me dijo – la cosa es tener un buen negocio – y se rio.
Me acompañó hasta dentro de la casa y me invitó a sentarme en unos sillones de cuerno negro que tenía en la habitación.
- Bueno, Amy – Me dijo. Me volví a fijar que su acento no era normal. Lo notaba cuando hablabamos demasiado. O cuando yo le prestaba atención – Creo que ya es hora de que te diga quién soy – suspiró – Va a ser difícil, la verdad… pero espero que lo entiendas.
Se acercó a mí, ya que estábamos en sillones distintos, y me cogió las manos. Me miró a los ojos. Sus ojos eran verdes, con un pelo negro perfectamente cortado y una barba de varios días.
Titubeé unos segundos antes de contestar…
Cuanto más miraba.. Más me daba cuenta de quién era…
- ¿Rubén?

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