TRENFORMERS
Tenía que esperar el tren en la estación. Por quién no lo sepa una
estación es un sitio donde esperas a trenes que normalmente van llenos de gente
extraña con la que nunca hablarías en otras situaciones. Yo también soy uno de ellos.
Estaba sentado en
uno de esos cómodos asientos, leyendo un libro mientras bailaba al son de la
música que sonaba, un remix hecho por Charles Chaqueta, increíble, subidón
vamos. Entonces comenzó a venir mi tren.
Pongo comenzó
porque el tren, hasta que para, tarda un rato. Es todo una conspiración para
que la puerta nunca esté cerca de ti, sino a 234732984732987432 metros de
distancia, y tengas que correr con cara de gilipollas y tu mochila, la cual
parece que tiene el doble de peso que normalmente.
Pues eso, que
venía mi tren. Hacia “tracatrá-tracatrá-tracatrá-piiiummm”
(¿En serio ha hecho alguna vez un tren eso? El mío sí) y fue frenando… cuando
apareció.
Su enemigo. Su
mentor, el cual se convirtió en un escalón más bajo que él. Su hermano triunfó
y él quedó relegado a vivir en la más ínfima ignorancia. Era… el otro tren.
No sé si sabéis
qué es un estación, pero normalmente y como mínimo hay dos carriles. Puede
haber uno, pero si van dos trenes contrarios a la vez es extraño. Entonces este
tren apareció de la nada y… comenzó la guerra.
Todos nos
escondimos de su vista porque sabíamos lo que iba a ocurrir: la música paró,
todos nos tapamos con nuestras hojas de periódico gratuito lleno de anuncios… y
dejamos que el destino decidiera el final.
Ambos trenes
consiguieron verse. Mi tren se alargó, transformándose. El otro tren no tardó
más en hacerlo, rompiendo la instalación eléctrica y prendiendo de llamas todo
su alrededor. Mi tren gruñó y aulló, y el otro hizo lo mismo.
La esplendorosa
L-3, la que todo el mundo quiere y todo el mundo coge, el tren que siempre va
lleno… contra la L-2, la que ya nadie quiere, la que te deja en una parada
desierta donde seguramente intentan robarte y violarte y venderte un disco de
Justin Bieber.
L-3 se lanzó
contra L-2 llevándose por delante el andén que había enfrente de mí. Por suerte
la gente ya había huido. L-2 consigue abrir las puertas y ataca con personas,
pero a L-3 no le pasa nada. L-3 le muestra su genial altavoz para avisar de las
paradas, que encima está traducido, y L-2 hace chirriar sus frenos.
Tendría que parar
esto: puedo cogerme de la cola de L-2, arrastrarme por su exterior y accionar
el freno. Eso le mataría. Debo intentarlo, o el mundo se irá a la mierda.
Corro y salto a
las vías, y todo el mundo me dice que estoy pirado: pero ya tengo escrito mi
destino. Tiro mi mochila con todos los apuntes y me arremango las mangas porque
voy a morir, pero con estilo. Me agarro a la cola (metálica) (Joder, eso suena
mal) de L-2 y voy subiendo, agarrándome a sus ventanas sucias y pintadas.
Continuo, estoy sudando y el tren se mueve de tal forma que casi me tira varias
veces. La gente me mira desde abajo fascinada, señalando y tapando los ojos a
sus hijos por el fatídico final.
Consigo
llegar a la sala de máquinas de L-2, e intento buscar donde narices tengo que
dar para apagar a ese trasto, que L-3 gane y que todo siga con la misma
fascinación que siempre. Me vuelvo a arremangar aún más porque molo mucho y
esas cosas y bajo palancas que estaban hacia arriba sin saber qué son.
Hasta
que consigo acertar: L-2 se queda quieto y cae, desplomándose. Por suerte me
mantengo vivo en esa cabina, aunque los cristales se han roto y han caído
encima de mi. La gente me vitorea y me sacan en brazos. L-3 me mira, y me
sonríe…
Pero
creíamos que iba con otra intención. Poco a poco conquistó el mundo, ya que
nadie estaba para combatirlo. Y por eso ahora soy un esclavo, como todos los humanos,
deseando escapar de L-3 y de su maldad. Ha muerto mucha gente. Y todo por ese
maldito enfrentamiento.
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