miércoles, 28 de marzo de 2012

Capítulo 21

Y aquí reaparecen los elementos de WTF, señores, perdonadla, no sabe lo que hace...
Disfruten con la ausencia de medicación de Sofi =)
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Mi historia no es lo que se denominaba muy interesante. Me apoyaba en el hielo y sacaba sangre a los pingüinos para escribir. Recordé cada momento de mi existencia, cada paso que había dado por una ciudad… y me di cuenta de que estaba un poco mayor, de que debía hacer algo que no fuera estar escribiendo como una estúpida una historia que sólo leería una foca morsa con dientes largos. Hijos, me hice inventora, y creé la primera máquina del tiempo.
Podría haber decidido viajar al pasado, volver al momento exacto en el que mi corazón se partió en el tiempo…Pero antes de cometer estupideces llamé a mi hada madrina y la pedí consejo para conocer cual había sido el principal error de mi existencia, aquel fallo que me había llevado hacia el final de la aurora austral, a sumergirme en mis recuerdos y a perder mis ganas de vivir. Ella me dijo que fuera al Museo del Prado.

Me dirigí al museo del Prado, a Madrid. Os preguntareis de donde coño sacaba tanto dinero para viajar. Eso son cosas mías, niños. Llegué al museo del prado, y estuve mirando los cuadros hasta que llegué a la copia de la Mona Lisa, que tanto decían de piratería, pero ahí tenían una copia. Y me di cuenta de ello, hijos. Me di cuenta de que… Yo era la Mona Lisa. Me gusta las mariquitas y las coasas que son para cortejar a las damas, aja sadja pero bueno, que yo tengo un unicornio dorado y entonces volamos hacia el infinito.
Da igual, el Prozac.

No entendía nada. ¿Qué significaba esto? ¿Acaso era fea y frígida? No podía… No entendía… ¿Mi primer error fue con Da Vinci? Continue indagando, supuse que podía ser un código, alguna forma de llegar a mi auténtico yo… Da Vinci, Renacimiento… David… David el Gnomo… Mitología… Gnomo… Pitufos… eso era: ¡Era la Princesa de los Pitufos! No. Prozac. Gracias, cariño. Yo no era la Mona Lisa, pero el cuadro podría hablarme del retrato que terminaría haciendo de mi. Una chica joven, dama, con media sonrisa: jamás feliz y jamás triste. Impasible ante las miradas atónitas, famosa por el hombre que la hizo ser como es. No podía ser así. Yo era yo y yo misma me modelaba como la mujer que siempre quise ser.

Eso era muy bonito, y fue lo que me dijo la guía turística que llevaba a muchos japoneses haciendo fotos, pero era de letras ¿Qué iba a saber? CLARO QUE ERA YO! Y TENÍA QUE AVERIGUARLO! Viajé al Renacimiento e intenté encontrar a Da Vinci. Me crucé con Boticelli, Ticciano, Miguel Ángel… pero no encontré a mi querido Da Vinci. Pero conocí a un hombre llamado Piero, muy majo él. No quería enrollarme con nadie ni cambiar las cosas, porque hijos, ya sabéis que puedo cambiar el orden del mundo. O sino mirad, que le dije a Galileo que el mundo giraba alrededor del sol y esas cosas. Pero como os iba contando, conocí a Piero, y estábamos enamorados… pero no podíamos hacer nada. NO podía hacer nada.

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