viernes, 10 de febrero de 2012

Capítulo 5

Queridos seguidores de Sofisticada, aquí otro raro capítulo de nuestra prota, también demasiado largo así que he cortado; sentiréis que pasa algo raro en la vida de Sofi (en realidad eso no es nada nuevo) a lo mejor es que está empezando a hacer efecto el Prozac... o no.


Disfruten !! 


PD: Recuerdo que podéis estar en contacto con Sofisticada vía Tuenti, Twitter o correo, ya sabéis =)
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El sol se ponía por la ventana del hospital cuando entreabrí los ojos, una mirada preocupada atendía a cada movimiento de mi cara. Me tensé. Eran unos ojos azules que se mezclaban con el color del cielo despejado los que me miraban.

-Sofisticada…- suspiró aliviada la voz de esos ojos.
-¿Dónde estoy?
-Estas en el hospital “San Mundiano de Enfermos con trastornos hormonales en su conducta no cuerda”.

Esos ojos tomaron rostro, era un chico apuesto de veintipocos años que llevaba una bata blanca.

-¿Y tú quien eres?

El hombre me miró, con un rostro apesadumbrado, preparado para decir algo que quizás me iba a doler. Se apartó el pelo de la cara y vi un rostro que me había enamorado.

- Yo soy el de la Paquita – me dijo seriamente – el que vivía al lado del monasterio, de los Oriton, los de las vacas. Pues fui a la universidad y soy bachiller y esas cosas.
- Comprendo – Le dije, seriamente. Me encantaba su mirada.
- Estás aquí por una fuerte contusión en tu cabeza. No sabemos ni siquiera como has sobrevivido ¿Qué te ha llevado a ir al Tibet?
- Mi vida no tiene sentido.
- Todas la tienen.

Se sentó a mi lado, agarrando mi mano. “No todos tenemos sentido en nuestra vida. Y te contaré por qué la mía tiene sentido”.

- ¿Por qué la tuya tiene sentido?
- Por ti.

Me emocioné. Hasta que me enteré de que era un interno del lugar.

Pero aún en su locura era tan guapo… y tan mono… esas palabras regresaron mi conciencia al mundo… pero claro… ¿Estaba yo, Sofisticada Gallardo Neira, yo María Inmaculada Sofisticada Gallardo Neira de todos los Setos una interna de un hospital de dementes? Háyase visto cual barbaridad… telefoneé a mi papito (claro que tuvo una confusión telefónica por pedir el teléfono de papito, ya que me pasaron Miguel Bosé, Lorna, Shakira y Pitbull… tuvimos una conversación interesante…) al final contacté con ese mi papi y le pedí dinerito para salir prometiendo internarme en un convento si me ayudaba a volver a España; en cualquier caso necesitaba tiempo para meditar cual sería mi próxima hazaña en la vida privada “marital”.

Mi padre accedió, pero con el consentimiento de que me metiera a monja. Tuvo que engañar a varias monjas para que me metieran, ya que todo el pueblo conocía mi historial prostitutense, pero, hijos, a los cinco meses de estar en el Tibet estaba rezando a un Dios en el que no creía junto a mujeres que se debatían entre la vida y la muerte. Y la muerte iba ganando. Me acuerdo que hubo una noche en la que me desperté. Escuchaba gritos por parte de la monja jefe. Fui corriendo a encontrarla, pero llegué tarde: poca gente ha creído esto, hijos, pero la muerte tenía cuerpo, tenía forma. Y no, no era el vino que había bebido anteriormente en la misa, sino que lo vi: vi a la muerte. Y me enamoré de ella. O no sé si eso era un enamoramiento. Solo tengo que decir que para volver a verla tuve que llevar a cabo muchos… ehmm… asesinatos.

1 comentario:

  1. PUAJAJAJAJAJ ME HA ENCANTADO EL FINAAAAL!!!! "Vi a la muerte. Y me enarmoré de ella". Es que sois las mejores!

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