miércoles, 7 de marzo de 2012

Capítulo 14

SOFISTICADA EN SU NUEVA AVENTURA NOS DELEITARÁ SON SUS TRAVESURAS. Sin haberlo planeado me ha salido un pareado. Disfruten!
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El cielo se ve distinto en el mar. Fue duro trabajar en ese barco pesquero, pero me enamoré del entorno. El susurro nocturno de las olas acunaba mis sueños cada noche, los amaneceres y atardeceres despertaban mi sonrisa y mi tranquilidad. Pero la expedición terminó, como todo lo que resulta reconfortante al espíritu. Y regresé a Madrid; fue allí donde mis altibajos depresivos me hicieron entrar en la relación innombrable entre las dos bestias y acabar “enganchada” a mi mascota Maya, con la que seguí feliz y viviendo las aventuras de mi día a día.

                Maya era la única que me comprendia en todo esto. Iba con ella a todos los sitios, atada en mi muñeca. La llevé a mi universidad para que la viera y nos dedicamos a tirar piedras a los de letras mientras les increpábamos. Ellos se ocultaban en sus libros de literatura hispánica, y era gracioso como nos insultaban sin entender sus palabras. La verdad es que ese periodo de tiempo sin un miembro entre mis… entre mis amigos fue muy bueno. Pero todo cambió el día que, como otros, fuimos a tirar gatos a los de artes.

                Fue ese día que, como otro cualquiera, olvidé tomarme mi medicación, pero eso no le impidió a él acercarse y darme un periódico gratis; yo no le reconocí. Pero él a mi sí. Estoy segura de que me reconoció porque me besó al verme. El “20 minutos” resbaló entre mis manos al rozar las suyas. Era él, era él… era mi primer amor. Pero rápido reaccioné, se interpuso a Cantinflas y eso me seguía pesando; pero miré a Maya y en su gesto risueño supe que no le importaba. Le volví a besar. Fue sin querer, un acto reflejo a su acercamiento, como si hubiera nacido para besar esos labios que me transmitieron lo que el Norte y el Mar me habían dado por separado.

                Dejamos claro que ya no estaba loco, porque a mi con dementes no me gusta salir. Empezamos una relación y al principio fue muy bonita: le ayudaba a repartir periódicos y los que sobraban se los tirábamos a los de letras, que los leían al vuelo. Qué monos son. El hombre se llamaba Michel, y me dijo que venía de una familia de repartidores. Su madre repartía amor y su padre repartía ostias: vamos, de una monja y de un cura. Me dijo que si me los presentaba. Y así conocí a mis suegros, que no aceptaron mucho eso de haber tenido relaciones anteriormente.

                Ese hecho, sumado a que mis ganas por una relación medianamente seria, similar a las que había tenido anteriormente, me echaron para atrás. Pero cuando estaba con él mi opinión cambiaba radicalmente. Tenía ganas de él. Ganas de sus labios, de su piel, de su aliento, ganas de sus susurros, ganas de sus caricias. Ganas de pasar el resto de mi vida con él. El pasado no era el ahora y no iba a dejar que se interpusiera en mi felicidad. Maya me dijo que podía llamar a Celestina para que me hiciera un apaño. Pero llegados a este punto en el que mi dependencia por él era casi absoluta a la proposición de: “Si Julieta fue el Sol para Romeo, tú eres mi destino” Supe que nada sería igual y que no tendría miedo a nada, nos fugamos a México para casarnos en una ceremonia ibizenca.

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